Fue la excepción a la puntualidad británica la que permitió que Anthony Epstein e Yvonne Barr descubrieran por accidente un extraño virus que resultó estar presente en un 95% de la población y que en circunstancias especiales puede derivar en complicadas enfermedades: el Epstein-Barr virus, o VEB.
Un avión que se atrasó, una muestra que no llegó a tiempo y el inicio de un fin de semana que pasaría a la historia.
Hace 50 años un equipo de investigadores en Londres le presentó al mundo el extraordinario virus, cuya identificación fue el resultado de años de investigación… y un golpe de suerte.
Anthony Epstein recordó el accidentado descubrimiento en conversación con el programa Health Check.
En 1961 Epstein escuchó una conferencia de un médico de Uganda sobre un extraño cáncer infantil. Relacionado con su campo investigativo, los casos llamaron la atención de Epstein.
“Inmediatamente decidí parar todo lo que estaba haciendo y concentrarme en el virus detrás de este extraño tumor”, le cuenta Epstein a la BBC.
Se trasladó a Uganda a tomar muestras de los linfomas, pero dar con el virus no fue fácil.
“El problema era que cada muestra que tomábamos y examinábamos con los métodos de diagnóstico existentes daban negativo. No había nada”.
“Incluso miramos en microscopios electrónicos, lo cual era muy inusual en esa época. Yo estaba muy decepcionado de que esta nueva y moderna herramienta no nos mostrara nada”.
Uno de los vuelos que llevaba muestras desde Uganda hacia Londres, donde estaba Epstein, se atrasó por neblina y fue desviado a Manchester, 264 kilómetros al norte de Londres.
No llegó a la capital inglesa hasta un viernes en la tarde. “El 5 de diciembre de 1963″, recuerda Epstein.
El fluido en el que la muestra estaba suspendida estaba turbio, lo que sugería que, de alguna manera, había sido contaminado durante el viaje. Los investigadores pensaron que se había llenado de bacterias y tendrían que desecharlo para la investigación.
“Pero antes de botarlo a la basura, tomar mis cosas y disponerme a pasar un buen fin de semana, fui y lo miré bajo una solución de WRIPT en el microscopio de luz. Y en vez de ver bacterias, vi una enorme cantidad flotante de células de tumor que parecían saludables que se habían sacudido y liberado del borde de la muestra durante el largo viaje.
El científico recordó que la mayoría de los linfomas sólo crecen en este tipo de ambientes de suspensión, donde células singulares flotan “libres” y no sobre una base de vidrio de apoyo.
Las probó sobre células humanas y crecieron. La técnica es ahora reconocida y utilizada a nivel mundial para investigar este tipo de células.
Sin embargo, se topó con un nuevo problema: identificar el tipo de virus que tenía al frente.
La prueba estándar de esa época para reconocer los virus conocidos no funcionó esta vez. Así que tuvieron que encontrar una nueva herramienta para identificar el virus.
Fuente: BBC Mundo
Un avión que se atrasó, una muestra que no llegó a tiempo y el inicio de un fin de semana que pasaría a la historia.
Hace 50 años un equipo de investigadores en Londres le presentó al mundo el extraordinario virus, cuya identificación fue el resultado de años de investigación… y un golpe de suerte.
Anthony Epstein recordó el accidentado descubrimiento en conversación con el programa Health Check.
En 1961 Epstein escuchó una conferencia de un médico de Uganda sobre un extraño cáncer infantil. Relacionado con su campo investigativo, los casos llamaron la atención de Epstein.
“Inmediatamente decidí parar todo lo que estaba haciendo y concentrarme en el virus detrás de este extraño tumor”, le cuenta Epstein a la BBC.
Se trasladó a Uganda a tomar muestras de los linfomas, pero dar con el virus no fue fácil.
“El problema era que cada muestra que tomábamos y examinábamos con los métodos de diagnóstico existentes daban negativo. No había nada”.
“Incluso miramos en microscopios electrónicos, lo cual era muy inusual en esa época. Yo estaba muy decepcionado de que esta nueva y moderna herramienta no nos mostrara nada”.
Uno de los vuelos que llevaba muestras desde Uganda hacia Londres, donde estaba Epstein, se atrasó por neblina y fue desviado a Manchester, 264 kilómetros al norte de Londres.
No llegó a la capital inglesa hasta un viernes en la tarde. “El 5 de diciembre de 1963″, recuerda Epstein.
El fluido en el que la muestra estaba suspendida estaba turbio, lo que sugería que, de alguna manera, había sido contaminado durante el viaje. Los investigadores pensaron que se había llenado de bacterias y tendrían que desecharlo para la investigación.
“Pero antes de botarlo a la basura, tomar mis cosas y disponerme a pasar un buen fin de semana, fui y lo miré bajo una solución de WRIPT en el microscopio de luz. Y en vez de ver bacterias, vi una enorme cantidad flotante de células de tumor que parecían saludables que se habían sacudido y liberado del borde de la muestra durante el largo viaje.
El científico recordó que la mayoría de los linfomas sólo crecen en este tipo de ambientes de suspensión, donde células singulares flotan “libres” y no sobre una base de vidrio de apoyo.
Las probó sobre células humanas y crecieron. La técnica es ahora reconocida y utilizada a nivel mundial para investigar este tipo de células.
Sin embargo, se topó con un nuevo problema: identificar el tipo de virus que tenía al frente.
La prueba estándar de esa época para reconocer los virus conocidos no funcionó esta vez. Así que tuvieron que encontrar una nueva herramienta para identificar el virus.
Fuente: BBC Mundo