Un joven indio que se perdió hace más de 20 años encontró a su madre gracias al tatuaje que ella le hizo en el brazo.
El niño indio, llamado Fanesh, se perdió cuando tenía seis años de edad, hace más de dos décadas, en una abarrotada estación de trenes y solo gracias a un tatuaje en su brazo con su nombre que le hizo su madre, pudo reencontrar a su familia.
La madre de la familia tatuó en la piel de todos sus hijos sus nombres, pero pese a ello, no pudo encontrar a Fanesh. El pequeño creció primero en la calle y después en casa de un pescador y en varios orfanatos, según informaron medios locales.
Finalmente el joven, que tiene hoy 28 años, se formó como policía y entró en la unidad contra el terrorismo, hecho que sin duda le facilitó la búsqueda de su familia. Los policías investigaron denuncias de desapariciones, llamaron a todos los habitantes con el apellido de su madre y crearon una página de Facebook con el fin de localizarla, pero todo ello fue en vano.
Curiosamente, un antiguo camarero del comedor de uno de los orfanatos puso al joven en la pista correcta, al informarle que procedía de una zona cercana a un santuario sufí.
Allí la Policía buscó por el nombre tatuado en el brazo del joven y tras dos meses de indagaciones, encontró a la familia.
En el momento del reencuentro ni siquiera la madre habría reconocido a su hijo, de no ser por el tatuaje en el brazo.
El niño indio, llamado Fanesh, se perdió cuando tenía seis años de edad, hace más de dos décadas, en una abarrotada estación de trenes y solo gracias a un tatuaje en su brazo con su nombre que le hizo su madre, pudo reencontrar a su familia.
La madre de la familia tatuó en la piel de todos sus hijos sus nombres, pero pese a ello, no pudo encontrar a Fanesh. El pequeño creció primero en la calle y después en casa de un pescador y en varios orfanatos, según informaron medios locales.
Finalmente el joven, que tiene hoy 28 años, se formó como policía y entró en la unidad contra el terrorismo, hecho que sin duda le facilitó la búsqueda de su familia. Los policías investigaron denuncias de desapariciones, llamaron a todos los habitantes con el apellido de su madre y crearon una página de Facebook con el fin de localizarla, pero todo ello fue en vano.
Curiosamente, un antiguo camarero del comedor de uno de los orfanatos puso al joven en la pista correcta, al informarle que procedía de una zona cercana a un santuario sufí.
Allí la Policía buscó por el nombre tatuado en el brazo del joven y tras dos meses de indagaciones, encontró a la familia.
En el momento del reencuentro ni siquiera la madre habría reconocido a su hijo, de no ser por el tatuaje en el brazo.