En 2009 una inmensa nube con un agujero en el medio, que le confería aspecto de platillo volante, despertó todo tipo de conjeturas y teorías de la conspiración. Nadie sabía explicar a qué se debía esa formación. A pesar de que ya en los años 80 un avión de investigación climática había percibido que sus propulsores dejaban un reguero de cristales de hielo a su paso, los científicos no han dado con la explicación para los agujeros en las nubes dejados por los aviones.
Ahora, una investigación publicada en la revista 'Science' no sólo ha conseguido explicar los procesos físicos que residen tras la formación de los agujeros en las nubes, sino que también concluye que los aviones influyen de esta forma en la meteorología local, sobre todo en las cercanías de los aeropuertos.
No ocurre con todos los modelos de aviones, pero la investigación dirigida por el investigador Andrew Heymsfield del Centro Nacional de Investigación Atmosférica de EEUU ha descubierto que numerosos vuelos comerciales y jets privados generan este tipo de agujeros en las nubes e influyen en las nevadas y granizadas de las zonas que dejan a su paso.
No ocurre con todos los modelos de aviones, pero la investigación dirigida por el investigador Andrew Heymsfield del Centro Nacional de Investigación Atmosférica de EEUU ha descubierto que numerosos vuelos comerciales y jets privados generan este tipo de agujeros en las nubes e influyen en las nevadas y granizadas de las zonas que dejan a su paso.
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