Es el nuevo rey de la velocidad. El ácaro Paratarsotomus macropalpis es el animal más rápido del mundo. Este diminuto insecto del tamaño de una semilla de sésamo se mueve a una velocidad de hasta 322 longitudes de cuerpo por segundo, la mayor grabada hasta el momento.
El ácaro ha destronado del récord al escarabajo tigre australiano, que alcanza un máximo de 171 longitudes de cuerpo por segundo. En comparación, un guepardo corriendo a 96 kilómetros por hora alcanza solamente cerca de 16 longitudes de cuerpo por segundo.
Extrapolado al tamaño de un ser humano, la velocidad del ácaro es equivalente a una persona que corre aproximadamente 2.092 kilómetros por hora, es decir, casi 1,9 la velocidad del sonido.
Un estudiante de la Universidad de California que pasó un verano persiguiendo a estos ácaros dice que el descubrimiento es emocionante, no solo porque establece un nuevo récord mundial, sino también por lo que revela sobre la fisiología del movimiento y de las limitaciones físicas de los seres vivos.
“Es muy interesante descubrir algo que es más rápido que cualquier otra cosa, y simplemente imaginar cómo un ser humano iría así de rápido en comparación con la longitud de su cuerpo es realmente increíble”, dijo Samuel Rubin, físico en el Pitzer College, quien ha realizado muchas horas de trabajo de campo para documentar los movimientos del ácaros.
“Pero más allá de eso, mirando profundamente en la física de cómo se logran estas velocidades, esto podría ayudar a inspirar nuevos diseños revolucionarios para cosas como robots o dispositivos biomiméticos”, añade Rubin.
Tanto la velocidad relativa como la frecuencia de paso aumentan a medida que los animales se hacen más pequeños, y en teoría, la fisiología muscular debe en algún punto límitar la velocidad a la que una extremidad puede moverse.
Este ácaro es propio del sur de California y se encuentra a menudo a lo largo de rocas y cunetas. A pesar de que fue identificado por primera vez en 1916, poco se sabe acerca de sus hábitos o las fuentes de alimentos.
El equipo de investigación utilizó cámaras de alta velocidad para grabar sprints de los ácaros en el laboratorio y en su entorno natural. “Fue realmente muy difícil de atrapar y cuando estábamos filmando fuera, había que seguirlos muy rápido con un campo de visión de la cámara que es de solo 10 centímetros de diámetro”, dijo el experto.
El ácaro ha destronado del récord al escarabajo tigre australiano, que alcanza un máximo de 171 longitudes de cuerpo por segundo. En comparación, un guepardo corriendo a 96 kilómetros por hora alcanza solamente cerca de 16 longitudes de cuerpo por segundo.
Extrapolado al tamaño de un ser humano, la velocidad del ácaro es equivalente a una persona que corre aproximadamente 2.092 kilómetros por hora, es decir, casi 1,9 la velocidad del sonido.
Un estudiante de la Universidad de California que pasó un verano persiguiendo a estos ácaros dice que el descubrimiento es emocionante, no solo porque establece un nuevo récord mundial, sino también por lo que revela sobre la fisiología del movimiento y de las limitaciones físicas de los seres vivos.
“Es muy interesante descubrir algo que es más rápido que cualquier otra cosa, y simplemente imaginar cómo un ser humano iría así de rápido en comparación con la longitud de su cuerpo es realmente increíble”, dijo Samuel Rubin, físico en el Pitzer College, quien ha realizado muchas horas de trabajo de campo para documentar los movimientos del ácaros.
“Pero más allá de eso, mirando profundamente en la física de cómo se logran estas velocidades, esto podría ayudar a inspirar nuevos diseños revolucionarios para cosas como robots o dispositivos biomiméticos”, añade Rubin.
Tanto la velocidad relativa como la frecuencia de paso aumentan a medida que los animales se hacen más pequeños, y en teoría, la fisiología muscular debe en algún punto límitar la velocidad a la que una extremidad puede moverse.
Este ácaro es propio del sur de California y se encuentra a menudo a lo largo de rocas y cunetas. A pesar de que fue identificado por primera vez en 1916, poco se sabe acerca de sus hábitos o las fuentes de alimentos.
El equipo de investigación utilizó cámaras de alta velocidad para grabar sprints de los ácaros en el laboratorio y en su entorno natural. “Fue realmente muy difícil de atrapar y cuando estábamos filmando fuera, había que seguirlos muy rápido con un campo de visión de la cámara que es de solo 10 centímetros de diámetro”, dijo el experto.